miércoles, 27 de julio de 2011

Lope de Vega.- LA MOZA DE CANTARO

Retrato de Lope por Luis Tristán

Lope de Vega.- LA MOZA DE CANTARO

El Palacio de Mondragón en Ronda

ACTO PRIMERO    Sala en casa de don Bernardo, en Ronda.
ESCENA PRIMERA  Doña María y Lüisa, con unos papeles
LUISA                      Es cosa lo que ha pasado / para morirse de risa.
DOÑA MARÍA      ¿Tantos papeles, Lüisa, / esos Narcisos te han dado?
LUISA                    ¿Lo que miras dificultas?
DOÑA MARÍA      ¡Bravo amor, brava fineza!
LUISA                    No sé si te llame alteza / para darte estas consultas
DOÑA MARÍA      Á señoría te inclina, / pues entre otras partes graves, / tengo deudo, como      
                               sabes, /   con el duque de Medina.
LUISA                   Es título la belleza / tan alto, que te podría / llamar muy bien señoría, / y aspirar,
                               Señora, á alteza.
DOÑA MARÍA      ¡Lindamente me conoces! / dasme por la vanidad.
LUISA                   No es lisonja la verdad, / Ni las digo, así te goces. No hay en Ronda ni en Sevilla /
                              dama como tú.
DOÑA MARÍA      Yo creo, / Lüisa, tu buen deseo.
LUISA                   Tu gusto me maravilla. / Á ninguno quieres bien.
DOÑA MARÍA      Todos me parecen mal.
LUISA                   Arrogancia natural / te obliga á tanto desdén.— / Éste es de don Luis.
DOÑA MARÍA      Lo leo / sólo por cumplir contigo.
LUISA                   Yo soy de su amor testigo.
DOÑA MARÍA      Y yo de que es necio y feo. / (Lee.) «Considerando conmigo á solas, / señora doña
                               María...» / No leo.                   (Rompe el papel.)
LUISA                  ¿Por qué?
DOÑA MARÍA      ¿No ves / que comienza alguna historia, / o que quiere en la memoria  / de la
                               muerte hablar después?
Casa-Museo de Lope de Vega en Madrid
LUISA                   Éste es de don Pedro.
DOÑA MARÍA      Muestra.
LUISA                   Yo te aseguro que es tal, / que no te parezca mal.
DOÑA MARÍA      ¡Bravos rasgos! ¡Pluma diestra! / (Lee.) «Con hermoso, si bien severo, / no dulce,
                                apacible sí rostro,             señora / mía, mentida vista me miró vuestro / desdén,
                               absorto de toda humanidad, rígido / empero, y no  con lo brillante solícito, / que de
                               candor celeste clarifica vuestra / faz, la hebdómada pasada.»
                              ¿Qué receta es ésta, di? (Rómpele.) / Qué médico te la dió?

LUISA                   Pues ¿no entiendes culto?
DOÑA MARÍA      ¿Yo? / ¿Habla de aciértame aquí?
LUISA                   Hazte boba, por tu vida. / ¿Puede nadie ser discreto / sin que envuelva su conceto /
                              en invención tan  lucida?
DOÑA MARÍA     ¿Ésta es lucida invención? / Ahora bien, ¿hay más papel?
LUISA                   El de don Diego, que en él / se cifra la discreción.
DOÑA MARÍA      (Lee.) «Si yo fuera tan dichoso como / vuestra merced hermosa, hecho estaba / el
                              partido.» / ¿Qué es  partido? No prosigo. (Rómpele.)
LUISA                  ¿Qué nada te ha de agradar?
DOÑA MARÍA      Pienso que quiere jugar  / a la pelota conmigo. / Lüisa, en resolución, / yo no tengo
                               de querer / hombre  humano.

Una copia de la obra en el Fondo Antiguo de la Universidad de Sevilla

sábado, 23 de julio de 2011

Larra.- MODOS DE VIVIR QUE NO DAN PARA VIVIR



Larra.- MODOS DE VIVIR QUE NO DAN PARA VIVIR

Pero entre todos los modos de vivir, ¿qué me dice el lector de la trapera que con un cesto en el brazo y un instrumento en la mano recorre a la madrugada, y aun más comúnmente de noche, las calles de la capital? Es preciso observarla atentamente. La trapera marcha sola y silenciosa; su paso es incierto como el vuelo de la mariposa; semejante también a la abeja, vuela de flor en flor (permítaseme llamar así a los portales de Madrid, siquiera por figura retórica y en atención a que otros hacen peores figuras que las debieran hacer mejores). Vuela de flor en flor, como decía, sacando de cada parte sólo el jugo que necesita; repáresela de noche: indudablemente ve como las aves nocturnas; registra los más recónditos rincones, y donde pone el ojo pone el gancho, parecida en esto a muchas personas de más decente categoría que ella; su gancho es parte integrante de su persona; es, en realidad, su sexto dedo, y le sirve como la trompa al elefante; dotado de una sensibilidad y de un tacto exquisitos, palpa, desenvuelve, encuentra, y entonces, por un sentimiento simultáneo, por una relación simpática que existe entre la voluntad de la trapera y su gancho, el objeto útil, no bien es encontrado, ya está en el cesto. La trapera, por tanto, con otra educación sería un excelente periodista y un buen traductor de Scribe; su clase de talento es la misma: buscar, husmear, hacer propio lo hallado; solamente mal aplicado: he ahí la diferencia.


En una noche de luna el aspecto de la trapera es imponente; alargar el gancho, hacerlo guadaña, y al verla entrar y salir en los portales alternativamente, parece que viene a llamar a todas las puertas, precursora de la parca. Bajo este aspecto hace en las calles de Madrid los oficios mismos que la calavera en la celda del religioso: invita a la meditación, a la contemplación de la muerte, de que es viva imagen.


Bajo otros puntos de vista se puede comparar a la trapera con la muerte; en ella vienen a nivelarse todas las jerarquías; en su cesto vienen a ser iguales, como en el sepulcro, Cervantes y Avellaneda; allí, como en un cementerio, vienen a colocarse al lado los unos de los otros: los decretos de los reyes, las quejas del desdichado, los engaños del amor, los caprichos de la moda; allí se reúnen por única vez las poesías, releídas, de Quintana, y las ilegibles de A***; allí se codean Calderón y S***; allá van juntos Moratín y B***. La trapera, como la muerte, equo pulsat pede pauperum tabernas, regumque turres. Ambas echan tierra sobre el hombre oscuro, y nada pueden contra el ilustre; ¡de cuántos bandos ha hecho justicia la primera! ¡De cuántos banderos la segunda!
El cesto de la trapera, en fin, es la realización, única posible, de la fusión, que tales nos ha puesto. El Boletín de Comercio y La Estrella, La Revista y La Abeja, las metáforas de Martínez de la Rosa y las interpelaciones del conde de las Navas, todo se funde en uno dentro del cesto de la trapera.
Un Capricho de Goya
Así como el portador de la candela era siempre muchacho y nunca envejecía, así la trapera no es nunca joven: nace vieja; éstos son los dos oficios extremos de la vida, y como la Providencia, justa, destinó a la mortificación de todo bicho otro bicho en la naturaleza, como crió el sacre para daño de la paloma, la araña para tormento de la mosca, la mosca para el caballo, la mujer para el hombre y el escribano para todo el mundo, así crió en sus altos juicios a la trapera para el perro. Estas dos especies se aborrecen, se persiguen, se ladran, se enganchan y se venden.

jueves, 21 de julio de 2011

Asteroide


El asteroide Vesta

(4) Vesta (en latín: Vesta) es el segundo objeto con más masa del cinturón de asteroides y el tercero en tamaño, con un diámetro principal de unos 530 kilómetros y una masa estimada del 9% del cinturón de asteroides entero. Vesta perdió cerca del 1% de su masa en un impacto ocurrido hace poco menos de mil millones de años. Muchos fragmentos de este impacto han chocado con la Tierra, constituyendo una fuente rica de información sobre el asteroide.[2] Vesta es el asteroide más brillante y el único en ocasiones visible a simple vista como un astro de sexta magnitud. El punto más lejano en su órbita al Sol supera en no mucho al punto más cercano al este de la órbita de Ceres.


miércoles, 20 de julio de 2011

Aristóteles.- METAFISICA

Aristóteles en "La Academia de Atenas" de Rafael


Aristóteles.- METAFÍSICA

Libro 1: SENSACIÓN, EXPERIENCIA, ARTE, CIENCIA. FILOSOFÍA



 Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causan las percepciones de nuestros sentidos es la prueba de esta verdad. Nos agrada por sí misma, independientemente de su utilidad, sobre todo las de la vista. En efecto, no sólo cuando tenemos intención de obrar, sino hasta cuando ningún objetivo práctico nos proponemos, preferimos, por decirlo así, el conocimiento visible a todos los demás conocimientos que nos demás sentidos. La razón es que la vista, mejor que los otros sentidos, nos da a conocer los objetos y nos descubre entre ellos gran número de diferencias.
Las ruinas del Liceo, halladas en 1996

Los animales reciben de la naturaleza la facultad de conocer por los sentidos. Pero este conocimiento en unos no produce memoria al paso que en otros la produce. Y así los primeros son simplemente inteligentes y los otros son más capaces de aprender que los que no tienen la facultad de acordarse. La inteligencia, sin la capacidad de aprender, es patrimonio de los que no tienen la capacidad de percibir los sonidos, por ejemplo, la abeja y los demás animales que pueden hallarse en el mismo caso. La capacidad de aprender se encuentra en todos aquellos que reúnen a la memoria el sentido del oído. Mientras que los demás animales viven reducidos a las impresiones sensibles o a los recuerdos, y apenas se elevan a la experiencia. El género humano tiene para conducirse el arte y el razonamiento.
Maqueta del Liceo

 En los hombres la experiencia proviene de la memoria. En efecto, muchos recuerdos de una misma cosa constituyen una experiencia. Pero la experiencia, al parecer, se asimila casi a la ciencia y al arte. Por la experiencia progresan la ciencia y el arte ne el hombre. "La experiencia -dice Polus y con razón- ha creado el arte, la inexperiencia marcha a la ventura".

lunes, 18 de julio de 2011

Maquiavelo.- EL PRINCIPE

El autor

Niccolò Machiavelli: IL PRINCIPE

Niccolò Machiavelli al Magnifico Lorenzo de’ Medici
Lorenzo di Medici

Sogliono, el più delle volte, coloro che desiderano acquistare grazia appresso uno Principe, farseli incontro con quelle cose che infra le loro abbino più care, o delle quali vegghino lui più delettarsi; donde si vede molte volte essere loro presentati cavalli, arme, drappi d'oro, prete preziose e simili ornamenti, degni della grandezza di quelli.
Una visión de la Plaza de la Señoría con el Palazzo Vecchio
Desiderando io adunque, offerirmi, alla vostra Magnificenzia con qualche testimone della servitù mia verso di quella, non ho trovato intra la mia suppellettile cosa, quale io abbia più cara o tanto esístimi quanto la cognizione delle azioni delli uomini grandi, imparata con una lunga esperienzia delle cose moderne et una continua lezione delle antique: le quali avendo io con gran diligenzia lungamente escogitate et esaminate, et ora in uno piccolo volume ridotte, mando alla Magnificenzia Vostra. E benché io iudichi questa opera indegna della presenzia di quella, tamen confido assai che per sua umanità li debba essere accetta, considerato come da me non li possa esser fatto maggiore dono, che darle facultà di potere in brevissimo tempo intendere tutto quello che io in tanti anni e con tanti mia disagi e periculi ho conosciuto. La quale opera io non ho ornata né ripiena di clausule ample, o di parole ampullose e magnifiche, o di qualunque altro lenocinio o ornamento estrinseco con li quali molti sogliono le loro cose descrivere et ornare; perché io ho voluto, o che veruna cosa la onori, o che solamente la varietà della materia e la gravità del subietto la facci grata. Né voglio sia reputata presunzione se uno uomo di basso et infimo stato ardisce discorrere e regolare e' governi de' principi; perché, cosí come coloro che disegnono e' paesi si pongano bassi nel piano a considerare la natura de' monti e de' luoghi alti, e per considerare quella de' bassi si pongano alto sopra monti, similmente, a conoscere bene la natura de' populi, bisogna essere principe, et a conoscere bene quella de' principi, bisogna essere populare.
La plaza vista desde otro ángulo

Pigli, adunque, Vostra Magnificenzia questo piccolo dono con quello animo che io lo mando; il quale se da quella fia diligentemente considerato e letto, vi conoscerà drento uno estremo mio desiderio, che Lei pervenga a quella grandezza che la fortuna e le altre sue qualità li promettano. E, se Vostra Magnificenzia dallo apice della sua altezza qualche volta volgerà li occhi in questi luoghi bassi, conoscerà quanto io indegnamente sopporti una grande e continua malignità di fortuna.
César Borgia, modelo de Maquiavelo

martes, 12 de julio de 2011

Camus.- LA PESTE

Marcel Camus.- LA PESTE
El autor


     Los curiosos acontecimientos que forman el tema de esta crónica se produjeron en Orán en 194…; según el parecer general no encajaban bien allí, ya que se salían un poco de lo ordinario. A primera vista, en efecto, Orán es una ciudad corriente, una simple prefectura francesa de la costa argelina.

     La misma ciudad, hay que confesarlo, es fea. De aspecto tranquilo, se necesita cierto tiempo para vislumbrar qué es lo que la hace diferente de las ciudades mercantiles de todas partes. ¿Cómo imaginar, por ejemplo, una ciudad sin palomas, sin árboles y sin jardines, donde no hay ni batir de alas ni temblor de hojas, un lugar neutro ni más ni menos? El paso de las estaciones sólo se lee en el cielo. La primavera se anuncia únicamente por la calidad del aire o por las cestas de flores que los pequeños comerciantes traen de los alrededores; es una primavera que se vende en los mercados. Durante el verano, el sol incendia las casas demasiado secas y cubre los muros con una ceniza gris; no se puede vivir entonces más que a la sombra de los visillos echados. En otoño hay, por el contrario, un diluvio de fango. Sólo llegan los buenos días con el invierno.
Orán en la lejanía, tras el fuerte de San Andrés

     Una manera cómoda de conocer una ciudad es averiguar cómo se trabaja, cómo se ama y cómo se muere en ella. En nuestra pequeña ciudad, quizá por efecto del clima, todo se hace lo mismo, de una manera frenética y ausente. Quiero decir que la gente se aburre y se dedica a adquirir determinados hábitos. Nuestros conciudadanos trabajan mucho, pero siempre con miras a enriquecerse. Se interesan sobre todo por el comercio y se ocupan primordialmente, según su expresión, en hacer negocios. Naturalmente les gustan también los placeres sencillos, les gustan las mujeres, el cine y los baños de mar. Pero muy razonablemente reservan estos coces para el sábado por la noche y el domingo, tratando, durante el resto de la semana, ganar mucho dinero. Por la tarde, cuando dejan los despachos, se reúnen a hora fija en los cafés, se pasean por el mismo paseo o bien salen a los balcones. Los deseos de los más jóvenes son violentos y breves, mientras que los vicios de los más maduros no pasan de las sociedades de aficionados a los bolos, los banquetes entre amigos y los círculos donde se juega fuerte al azar de las cartas.
Orán, tal como es ahora

     Sin duda se dirá que nada de eso es exclusivo de nuestra ciudad, ya que en definitiva todos nuestros contemporáneos son así. Sin duda, nada más natural hay que ver trabajar a la gente desde la mañana hasta a la noche y elegir a continuación entre perder en las cartas, en el café o en charlar el tiempo que les queda para vivir. Pero hay ciudades y países en que la gente tiene, de tanto en tanto, sospecha de que hay algo más. En general eso no modifica su vida. Sólo que existe la sospecha y eso se ha ganado. Orán, por el contrario, es aparentemente una ciudad sin sospechas, es decir, una ciudad moderna del todo. No es necesario, por tanto, precisar la manera cómo se ama entre nosotros. Hombres y mujeres o bien se devoran en eso que se llama acto de amor o bien se enzarzan en una larga costumbre para dos. Entre estos extremos no hay a menudo término medio. Lo cual tampoco es original. En Orán, como en otra partes, a falta de tiempo y de reflexión, se viene obligado a amar sin saberlo.
Una edición de esta obra


jueves, 7 de julio de 2011

Bulgakov.- NOVELA TEATRAL

Mijail A. Bulgakov.- NOVELA TEATRAL
El autor
Capítulo 1: COMIENZAN LAS AVENTURAS
La tormenta había lavado Moscú el 29 de abril. El aire era agradable. El alma parecía haberse dulcificado y uno sentía deseos de vivir.
Embutido en mi traje nuevo y con un abrigo bastante presentable, caminaba yo por una calle céntrica hacia un lugar en el que no había estado nunca. La causa de mi paseo era una carta que había recibido inesperadamente y que guardaba en el bolsillo. Era ésta:
     Muy estimado Serguei Leóntievich: Desearía urgentemente de conocerle y hablar con usted de un asunto misterioso que puede serle muy interesante.
     Si está usted libre, le agradecería que acudiese al edificio del Teatro Independiente el miércoles, a las cuatro.
     Le saluda, X. Ilchin
La carta estaba escrita a lápiz en un papel que ostentaba el siguiente membrete:
XAVERI BORISOVICH ILCHIN.
DIRECTOR ARTÍSTICO DEL ESTUDIO
DEL TEATRO INDEPENDIENTE


Una edición de la obra
El nombre de Ilchin lo veía por primera vez y no conocía tampoco la existencia del estudio. Del Teatro Independiente sabía que era uno de los mejores teatros, pero jamás había estado en él.
La carta me intrigó muchísimo, tanto más cuanto que, por aquel entonces, no recibía correspondencia alguna. De mi persona he de decir que soy un redactor modesto del periódico Navegación. Vivía a la sazón en la habitación mala, pero independiente, del séptimo piso de una casa situada en callejón Jomutovski, del barrio de Krásnie Vorota.
Así pues, yo caminaba aspirando el aire fresco y pensando que el chaparrón iba a repetirse, y meditando también acerca de la manera como Xaveri Ilchin había sabido de mi existencia y me había encontrado, y sobre qué asunto tenía que tratar conmigo. Pero por muchas vueltas que diese a mi cabeza, esto último no llegaba a comprenderlo. Decidí, por fin, que Ilchin que quería cambiar su cuarto por el mío.
A la izquierda, el Museo Bulgakov en Kiev
    


martes, 5 de julio de 2011

Sigmund Freud: TRES ENSAYOS SOBRE TEORÍA SEXUAL

*
Sigmund Freud

Sigmund Freud: TRES ENSAYOS SOBRE TEORÍA SEXUAL

Para explicar las necesidades sexuales del hombre y del animal supone la biología la existencia de un "instinto sexual", del mismo modo que supone para explicar el hambre un instinto de nutrición. Pero el lenguaje popular carece de un término que corresponda al de "hambre" en lo relativo a lo sexual. La ciencia usa en ese sentido la palabra líbido.

La opinión popular posee una bien definida idea de la naturaleza y caracteres de este instinto sexual. Se cree firmemente que falta en absoluto en la infancia; que se constituye en el proceso de maduración de la pubertad, y en relación con él, que se exterioriza en los fenómenos de irresistible atracción que un sexo ejerce sobre el otro, y que su fin está constituido por la cópula sexual o al menos por aquellos actos que a ella conducen.

El diván de Freud


Existen, sin embargo, poderosas razones para no ver en estos juicios más que un reflejo harto infiel de la realidad. Analizándolos detenidamente, descubrimos en ellos multitud de errores, inexactitudes e inadvertencias.

Antes de entrar en su discusión fijaremos el sentido de los términos que en la misma hemos de emplear. La persona de la cual parte de la atracción sexual la denominaremos objeto sexual y el acto hacia el cual impulsa el instinto fin sexual. La experiencia científica nos muestra que tanto respecto al objeto como al fin existen múltiples desviaciones, y que es necesaria una permanente investigación para establecer las relaciones que dichas anormalidades guardan con lo considerado normal.



Una carta autógrafa de Freud

1. DESVIACIONES RESPECTO AL OBJETO SEXUAL

A la teoría popular del instinto sexual corresponde la poética fábula de la división del ser humano en dos mitades, hombre y mujer, que tienden a reunirse en el amor. Causa, pues, una gran extrañeza hoy existen hombres y mujeres cuyo objeto sexual no es una persona del sexo contrario, sino otra de su mismo sexo. A estas personas se las denomina homosexuales; o, mejor dicho, invertidas, y al hecho mismo, inversión. Su número es muy elevado, aunque sea difícil establecerlo con alguna exactitud

A.- LA INVERSIÓN: Conducta de los invertidos.

Los invertidos se conducen muy diferentemente unos de otros:

a) Son invertidos absolutos; esto es, su objeto sexual tiene necesariamente que ser de su mismo sexo, no siendo nunca el sexo opuesto objeto de su deseo sexual, sino que los deja fríos o despiertan ellos manifiesta repulsión sexual. Los invertidos absolutos masculinos son, en general, incapaces de realizar el acto sexual normal y no experimentan placer alguno en realizarlo.

b) Son invertidos anfígenos  (hermafroditas psicosexuales); es decir, su objeto sexual puede pertenecer indistintamente a uno u otro sexo. La inversión carece aqui, pues, de exclusividad.


c) Son invertidos ocasionales, o sea, que bajo determinadas condiciones -de las cuales ocupan el primer lugar la carencia de objeto sexual normal y la imitación-  puede adoptar como objeto sexual a una persona de su mismo sexo y hallar satisfacción en el acto con ella realizado.


Una edición de esta obra


lunes, 4 de julio de 2011

Joshua Slocum.- NAVEGANDO EN SOLITARIO ALREDEDOR DEL MUNDO

El capitán Slocum

Joshua Slocum.- NAVEGANDO EN SOLITARIO ALREDEDOR DEL MUNDO

     En la hermosa tierra de Nueva Escocia, provincia marítima, hay una cima, llamada la Montaña Norte, que domina por un lado la bahìa de Fundy,
Paisaje de Nueva Escocia
y el fértil valle de Annapolis por el otro. En la ladera septentrional de dicha cima crece el resistente abeto, de excelente madera, con la cual se han construido muchas clases de barcos. Las gentes de esta costa son intrépidas, tenaces y fuertes, están bien adaptadas para competir en el mundo comercial, y, si el lugar de nacimiento que figura en su certificado es Nueva Escocia, ningún reparo ser formulará contra un capitán de marina.
Oleaje de la Bahía de Fundy

     Yo nací en un frío rincón de la heladora Montaña Norte, un gélido 20 de febrero, y, aunque ciudadano de Estados Unidos, no puede decirse que los de Nueva Escocia seamos “yanquis” en la verdadera acepción de la palabra. En las dos ramas de mis antepasados figuran muchos marinos, y si algún Slocum no ha consagrado su vida a la mar, por lo menos mostrará cierta inclinación por la talla de modelos de barcos y soñará con viajes a ultramar. Mi padre era la clase de hombre que, naufragado en una isla desierta, sabría volver a su tierra con tal de disponer de un cuchillo y de encontrar un árbol. Sabía calibrar a un barco, pero la vieja granja de adobe que alguna calamidad hizo suya, le mantuvo anclado. No temía al viento, y en las reuniones campestres, o para recordar los viejos y buenos tiempos, era un atento oyente de primera fila.

El valle de Annapolis

En cuanto a mí, la maravillosa mar me cautivó desde la infancia. A los ocho años ya había navegado por toda la bahía, con otros chiquillos, arrostrando bastantes probabilidades que perecer ahogado. Al llegar a mozo, con catorce años, ocupé el importante puesto de cocinero a bordo de una goleta de pesca. Pero no permanecí mucho tiempo allí. Al presentar mi primer plato, la tripulación se amotinó y me despidieron por indeseable, sin darme nueva oportunidad de mostrar mis cualidades culinarias. El próximo paso hacia la meta de la felicidad me encontró al pie del mástil de un barco de aparejo enteramente cruzado y que navegaba hacia ultramar. Así llegué a obtener el grado de capitán a los 25 años por la vía del sollado, no a través de la camareta de los estudiantes de náutica.
El Spray

domingo, 3 de julio de 2011

Bertold Brecht.- LOS NEGOCIOS DEL SEÑOR JULIO CÉSAR.

Bertold Brecht


Bertold Brecht.- LOS NEGOCIOS DEL SEÑOR JULIO CÉSAR.

Libro primero: La carrera de un joven distinguido

El camino que nos habían señalado, angosto y bastante empinado, avanzabna zigzagueando través de los olivares que a manera de terrazas, ascendían desde lago apoyados en muros de piedra bajos. Era una mañana radiante. Debía ser la hora del el segundo refrigerio, pues sólo vimos unos pocos esclavos en las plantaciones y de algunas granjas se elevaban columnas de humo.
Portada del libro

La villa quedó pronto a la vista; al menos varias partes relumbraban entre los olivos. Se alzaba admita en mitad de la ladera.

Al subir volvieron a asaltarme dudas sobre si el viejo nos permitiría realmente ver los inestimables escritos. Las recomendaciones que llevaba mi Sempronio no suponían precisamente una carga muy pesada. Hubiera preferido verlo sudar bajo aquel preso.

Al igual que en tantas ocasiones en que las fatigas, además de los gastos, resultaba demasiado penosas, me consolé pensando que el gran político cuya biografía me había propuesto escribir, había puesto a sus biógrafos, tanto consciente como inconscientemente, más obstáculos que los propios de un viaje dificultoso. Y allí estaba la leyenda, que todo lo desdibujaba. Él mismo había escrito incluso libros para desorientarnos. Y también había gastado dinero, y no poco. Los grandes hombres han hecho siempre esfuerzos sobrehumanos para ocultar los verdaderos móviles de sus actos.
Julio César

La villa resultó ser un solo piso, pero muy espaciosa. Estaba construida en un estilo por demás sencillo, muy diferente de las horribles edificaciones de nuestros arribistas urbanos. Y el dueño de la casa, que nos recibió en la biblioteca, tampoco se asemejaban en nada a nuestros nuevos semadores.
Maqueta de una villa romana

El ex alguacil ejecutor y más tarde banquero Mummlio Spicer es un anciano alto y huesudo, de un rostro algo grisáceo en el que destaca la poderosa mandíbula. Camina inclinado hacia delante, aunque eso no parece síntoma de decrepitud.

De pie junto a la ventana examinó nuestras cartas de recomendación con extrema cautela. Su forma de manipular los papeles dejaba traslucir su profesión. Los hombres de negocios leen más a fondo que los bibliófilos. Conocen muy bien los inconvenientes que pueden surgir de una lectura apresuada.

Ningún rasgo de su rostro basto y aplanado me reveló que juicio le merecían los distintos autores de las cartas ni qué valor asignaba a sus recomendaciones.






viernes, 1 de julio de 2011

Stephen Hawking.- EL UNIVERSO EN UNA CÁSCARA DE NUEZ




Stephen Hawking.- EL UNIVERSO EN UNA CÁSCARA DE NUEZ



Albert Einstein, el descubridor de las teorías especial y general de la relatividad, nació en Ulm ( Alemania) en 1879, pero al año siguiente la familia se desplazó Múnich, donde su padre, Hermann, y su tío, Jacob, establecieron un pequeño y no demasiado próspero negocio de electricidad. Alberto no fue un niño prodigio, pero las afirmaciones de que sacaba muy malas notas escolares parecen ser una

Ulm
exageración. En 1894, el negocio paterno quebró y la familia se trasladó a Milán. Sus padres decidieron que debería quedarse para terminar el curso escolar, pero Alberto odiaba el autoritarismo de su escuela y, al cabo de pocos meses, la dejó para reunirse con su familia en Italia. Posteriormente completo su educación en Zurich, donde se graduó en la prestigiosa Escuela Politécnica Federal,
El Politécnico de Zurich

conocida como ETH, en 1900. Su talante discutidor y su aversión a la autoridad le impidieron ser demasiado apreciado por los profesores de la ETH y ninguno de ellos le ofreció un puesto de asistente, que era la vía normal para empezar una carrera académica. Dos años después, consiguió un puesto de trabajo en la oficina suiza de patentes en Berna. Fue mientras ocupaba este puesto que, en 1805, escribió tres artículos que el establecieron como uno de los principales científicos del mundo e inició dos revoluciones conceptuales -revoluciones que cambiaron nuestra comprensión del tiempo, del espacio y de la propia realidad.

Hacia finales del siglo XIX, los científicos creían hallarse próximos a una descripción completa de la naturaleza. Imaginaban que el espacio estaba lleno de un medio continuo denominado el éter. Los rayos de luz y las señales de radio eran ondas en este éter, al igual que el sonido consiste en ondas de presión. Todo lo que le faltaba para una teoría completa eran mediciones cuidadosas de las propiedades elásticas de éter. De hecho, avanzandose a tales mediciones, el laboratorio Jefferson de la universidad de Harvard fue construido si ningún clavo de hierro, para no interferir con las delicadas mediciones magnéticas. Sin embargo, los diseñadores olvidan que los ladrillos rojizos con que están construidos el laboratorio y la mayoría de los edificios de Harvard contienen grandes cantidades de hierro. El edificio todavía se utiliza en la actualidad, aunque en Harvard no están aún muy seguros de cuanto peso puede sostener el piso de una biblioteca sin clavos de hierro que lo sostengan.

Hacia finales del siglo, empezaron a aparecer discrepancias con la idea de un éter que lo llenara todo. Se creía que la luz se propagaría por el éter con una velocidad fija, pero que si un observador viajaba por el éter en la misma dirección que la luz, la velocidad de ésta le parecería menor, y si viajaba en dirección opuesta a la de la luz , su velocidad le parecería mayor.
Máquina con la que Fizeau midió la velocidad de la luz por primera vez (1849)

Sin embargo, una serie de experimentos no consiguió confirmar esta idea. Los experimentos más cuidadosos y precisos fueron los realizados por Albert Michelson y Edward Morley en la Case School of Applied Science, en Cleveland (Ohio), en 1887, en que compararon la velocidad de la luz de los rayos mutuamente perpendiculares. Cuando la Tierra gira sobre su eje y alrededor del Sol, el aparato se desplaza por el éter con rapidez y dirección variables. Pero no observaron diferencias diarias ni anuales entre las velocidades de ambos rayos de luz.. Era como si ésta viajará siempre con la misma velocidad con respecto al observador, fuera cual fuera la rapidez y la dirección en que este se estuviéra moviendo.