sábado, 24 de septiembre de 2011

Saavedra Fajardo EMPRESAS POLITICAS

Saavedra Fajardo     EMPRESAS POLITICAS
Don Diego Saavedra Fajardo

     Empresa 1 : HINC LABOR ET VIRTUS
     Nace el valor, no se adquiere; calidad intrínseca es del alma, que se infunde con ella y obra luego. Aun el seno materno fue campo de batalla a dos hermanos valerosos. El más atrevido, si no pudo adelantar el cuerpo, rompió brioso las ligaduras, y adelantó el brazo, pensando ganar el mayorazgo. En la cuna se exercita un espíritu grande. La suya coronó Hércules con la victoria de las culebras despedazadas. Desde allí le reconoció la invidia, y obedeció a su virtud la fortuna, Un corazón generoso en las primeras acciones de la naturaleza y del caso descubre su bizarría. Antes vio el infante don Fernando, tío de Vuestra Alteza, en Nordlingen la batalla que la guerra, y supo luego mandar con prudencia y obrar con valor.
           L’età precorse e la speranza, e presti 
          Pareano i fior, quando n’usciro i frutti.
                TORQUATO TASSO.

Algezares, pedanía de Murcia, donde el autor nació
     Siendo Ciro niño, y electo rey de otros de su edad, ejercitó en aquel gobierno pueril tan heroicas acciones, que dio a conocer su nacimiento real, hasta entonces oculto, Los partos nobles de la naturaleza por si mismos se manifiestan. Entre la masa ruda de la mina brilla el diamante y resplandece el oro. En naciendo el león reconoce sus garras, y con altivez de rey sacude sus aún no enjutas guedejas de su cuello, y se apercibe para la pelea. Las niñeces descuidadas de los príncipes son ciertas señales y pronósticos de sus acciones adultas. No está la naturaleza un punto ociosa. Desde la primera luz de los partos asiste diligente a la disposición del cuerpo y a las operaciones del ánimo, y para su perfección infunde en los padres una fuerza amorosa que les obliga a la nutrición y a la enseñanza de sus hijos. Y porque recibiendo la substancia de otra madre no degenerasen de la propia, puso con gran providencia en los pechos de cada uno dos fuentes de cándida sangre que los sustentasen- Pero la flojedad o en temor de gastar su hermosura induce las madres a frustrar este fin, con grave daño de la república, entregando la crianza de sus hijos a las amas. Ya, pues, que no se puede corregir este abuso, sea cuidadosa la elección de las calidades dellas. “Esto es (palabras son de aquel sabio rey don Alonso, que dio leyes a la tierra y a los orbes en una ley de las Partidas), en darle amas sanas y bien acostumbradas o de buen linaje, ca bien como así el niño de gobierna, e se cría en el cuerpo de la madre hasta que nace, otrosí se gobierna e se cría del ama desde que le da la teta fasta que gela tuelle, e porque el tiempo de la crianza es más luengo que el de la madre, por ende no puede ser que non reciba mucho del continente e de las costumbres del ama.”
La Batalla de Nordlingen (1634), citada en el texto
     La segunda obligación de los padres es la enseñanza de sus hijos. Apenas no hay animal que no asista a los suyos hasta dejallos bien instruidos. No es menos importante el ser de la doctrina que el de la naturaleza, y más bien reciben los hijos los documentos o reprehensiones de sus padres que de sus maestros y ayos, principalmente los hijos de los príncipes, que desprecian el ser gobernados de los
inferiores.


Una edición antigua del libro

martes, 20 de septiembre de 2011

Robert Musil.- EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS

Robert Musil.- EL HOMBRE SIN ATRIBUTOS

El autor


1. Accidente sin trascendencia

     Sobre el Atlántico avanzaba un mínimo barométrico en dirección este, frente a un máximo estacionado sobre Rusia; de momento, no mostraba tendencia a esquivarlo, desplazándose hacia el norte. Los isotermos y los isóteros cumplían con su deber. La temperatura del aire estaba en relación con la temperatura anual, tanto con la del mes más caluroso como con la del mes más frío y con la oscilación mensual aperiódica. la salida y puesta del sol y de la luna, las fases de la luna, Venus, del anillo de Saturno y muchos otros fenómenos importantes se sucedían conforme a los pronósticos de los anuarios astronómicos. El vapor de agua alcanzaba su mayor tensión y la humedad atmosférica era escasa. En pocas palabras, que describen fielmente la realidad, aunque estén algo pasadas de moda: era un hermoso día de agosto del año 1913.

Una plaza de Klagenfurt, la patgria chica de Musil
     Automóviles salían disparados de calles largas y estrechas al espacio libre de luminosas plazas. Hileras de peatones, surcando zigzagueantes la multitud confusa, formaban esteras movedizas de nubes entretejidas. A veces se separaban algunas hebras, cuando caminantes más presurosos se abrían paso por entre otros a quienes no corría tanta prisa, se alejaban ensanchado curvas y volvían, tras breves serpenteos, a su curso normal. Centenares de sonidos se sucedían uno tras otro, confundiéndose en un prolongado ruido metálico del que destacaban diversos sones, unos agudos claros, otros roncos, que discordaban la armonía pero que la restablecían al desaparecer. De este ruido hubiera deducido cualquiera, después de largos años de ausencia, sin previa descripción y con los ojos cerrados, que se encontraba en la capital del Imnperio, en la ciudad residencial de Viena. A las ciudades se las conoce,
La ópera de Viena
como a las personas, por el andar. Mirando de lejos y sin fijarse en pormenores, lo podían haber revelado igualmente el movimiento de las calles. Pero tampoco es de trascendencia siquiera el que, para averiguarlo, se lo hubiera tenido uno que imaginar. Las excesiva estimación de la pregunta de “dónde nos encontramos” procede del tiempo de las hordas nómadas que debían tener conocimiento cabal y de plena posesión de sus pastos. Sería interesante saber por qué al ver una nariz amoratada se da uno por satisfecho con reparar simplemente y de manera imprecisa en el color, y nunca se pregunta qué clase de tonalidad tiene, aunque, sin más, se lo podría expresar la medida de las vibraciones moleculares. Por el contrario, en asunto tan complejo como es una ciudad en la que se vive, se quisiera conocer todas sus peculiaridades. Esto nos desvía de lo más importante.
Una edición de este libro

jueves, 15 de septiembre de 2011

Robert Graves.- LOS MITOS GRIEGOS

Tercer Trabajo de Heracles: LA CIERVA DE CERINIA.


Heracles en el Louvre
El tercer trabajo de Heracles consistió en capturar viva a la cierva de Cerinia y llevarla viva desde Énoe hasta Micenas. Este veloz animal moteado tenía pezuñas de bronce y cuernos de oro como los de un ciervo, por lo que algunos dicen que en realidad era un ciervo. Estaba consagrada a Ártemis, que de niña había visto cinco ciervas, más grandes que toros, paciendo en las orillas de guijarros negros del río tesalio Anauro, al pie de los Montes Parrasios, mientras el sol centelleaba en sus cuernos. Corrió en su persecución y atrapó a cuatro de ellas, una tras otra, con sus propias manos, y las unció a su carro; la quinta huyó a través del río Celadón a la Colona Corintia, tal como había previsto Hera, quien ya pensaba en los trabajos de Heracles. Según otra versión, esta cierva era un monstruo indómito, que solía hacer estragos en los campos, y al que Heracles sacrificó a Ártemis en la cumbre del Monte Artemisio.
Un paisaje como el de la Arcadia Feliz
b) Poco dispuesto a matar o herir a la cierva, Heracles realizó este trabajo sin ejercer la menor fuerza. La persiguió incansablemente durante todo un año, en una cacería que lo llevó hasta Istria y el País de los Hiperbóreos. Cuando, agotada por fin, la cierva se refugió en el Monte Artemisio, y desde allí descendió al rio Ladón, Heracles disparó una flecha con la que le sujetó las patas delanteras haciéndola pasar entre el hueso y el tendón sin derramar sangre, luego la recogió, se la echó sobre los hombros y se apresuró a volver por Arcadia a Micenas. Sin embargo, algunos dicen que empleó redes; o que siguió el rastro de la cierva hasta que la encontró dormida bajo un árbol. Ártemis salió al encuentro de Heracles y le reprendió por haber maltratado a un animal sagrado, pero él alegó que lo había hecho por pura necesidad, e hizo recaer toda la culpa sobre Euristeo. Así aplacó la ira de la diosa, quien le dejó que llevara la cierva viva hasta Micenas.
La Puerta de los Leones en Micenas
c) Otra versión de este trabajo es que esta cierva era la que la pléyade Táigete, hermana de Alcínoe, había dedicado a Ártemis en agradecimiento por haberla transformado temporalmente en cierva y haber podido así eludir los abrazos de Zeus. Sin embargo, no era posible engañar a Zeus por mucho tiempo, y finalmente engendró en él a Lacedemón; inmediatamente después del parto ella se ahorcó en la cumbre del monte Amideo, que en adelante se llamó monte Taigeto.
Heracles capturando la cierva
1. Este trabajo era de tipo distinto al de la mayor parte de los otros. Históricamente, es posible que aluda a la toma por los aqueos de un templo en el que adoraba a Ártemis como Elafio (“parecida a la cierva”). La cuatro ciervas de su carro representan los años de la Olimpiada, y al finalizar cada uno de ellos se perseguía a una víctima vestida con piel de venado hasta matarla.
2. En Europa solamente el reno tiene cuernos, y la noticia de su existencia pudo haber llegado desde el Báltico por la Ruta del Ámbar. El reno, a diferencia de otros tipos de venados, se puede uncir a un carro de tiro.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Capitán John Byron.- VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO

Capitán John Byron.- VIAJE ALREDEDOR DEL MUNDO


Capítulo Primero: NAVEGACIÓN DESDE LAS DUNAS A RIO DE JANEIRO
     El 21 de junio de 1764 partí de las dunas con el navío de Su Majestad Delfín y la fragata Thamar, de los que había tenido orden de tomar el mando. Al pasar por Temisa se encalló el Delfín; este accidente me obligó a arribar a Plymouth, donde se carenó este buque.
El estuadio del Támesis
     Mientras permanecí en Plymouth hice algunos cambios en la tripulación; les mandé adelantar dos meses de paga, y el 7 de julio nos dimos a la vela, después de haber enarbolado la bandera de comandante.

El puerto de Plymouth en la actualidad
     El 4 estábamos a la altura del Cabo Lizard. Un viento fresco favorecía nuestro viaje al mismo tiempo que notábamos, con desagrado, que la fragata llevaba mal la vela.

El Cabo Lizard en la costa de Cornualles
     En la noche del 6, el oficial del primer cuarto descubrió un fenómeno extraordinario que presentaba la imagen de un navío de fuego; se distinguía de lejos, duró cerca de una hora y desapareció después.
     En la tarde del 12 descubrimos las rocas que están cerca de Madeira, y que nuestras gentes llaman los Desertores, por el nombre francés Déserts o Désertes que les han dado a causa de su aspecto estéril y salvaje. Al otro día, cerca de las tres de la tarde, llegamos a la rada de Funchal.
La isla de Madeira
     El 14, por la mañana, pasé a visitar al gobernador, que me recibió con urbanidad y me hizo saludar con once cañonazos en el momento que desembarcaba. Al día siguiente, que era el 15, vino el gobernador a visitarme a casa del cónsul; lo hice saludar con otros once cañonazos, que disparó el fuerte.
     Al llegar a Madeira nos hallamos anclados al Corona, navío del rey, y al sclup el Ferret; estos dos buques, a vista de la bandera comandanta a bordo del Delfín, nos saludaron con su artillería.
     Nuestro primer cuidado fue tomar a bordo varias clases de comestibles, y principalmente una gran cantidad de cebollas. En seguida aparejamos el 19 y continuamos nuestra ruta. El 21 avistamos la isla de la Palma, una de las Canarias.
     Observamos que desde el Cabo Lizard ninguna especie de pescado había seguido nuestra embarcación. Yo lo atribuía a que en la carena se había forrado de cobre. Hacia el 26 comenzó a corromperse el agua, y la purificamos por medio de una máquina que habíamos embarcado con este objeto: es una especie de ventilador con que se obliga al aire a penetrar en el agua, agitando a ésta continuamente y todo el tiempo que sea necesario.
     Para renovar el agua nos vimos obligados a tocar en una de las islas de Cabo Verde. El 27 descubrimos la Isla de la Sal y vimos una gran abundancia de tortugas. Tratamos de coger alguna, pero fue imposible porque se escaparon antes.
La Isla de la Sal en las Cabo Verde











viernes, 2 de septiembre de 2011

Juan de Timoneda.- EL PATRAÑUELO


Juan de Timoneda.- EL PATRAÑUELO


Patraña primera


Argentina y Tolomeo,
los dos, por la penitencia,
vinieron a conoscencia
no haber hecho caso feo.



En la ciudad de Alejandría habitaban dos prósperos y ricos mercaderes, casados muy a su contento, el uno llamado Cosme Alejandrino, y el otro Marco César; los cuales, con sus tratos y mercancías, hacían compañía y habitaban en una propia casa. Quiso su buena suerte y ventura que, en un tiempo y sazón, engendrasen sus mujeres, y pariesen en un mismo día dos hijos, los más hermosos y agraciados que formar pudo naturaleza; por lo cual, confederados con la buena amistad que se tenían, quisieron que se llamasen los dos Tolomeos, de un solo nombre, aunque de allí a muy pocos días las madres murieron, a respecto que tuvieron los partos trabajosos y mortales, bien que, cuando esto aconteció a Cosme Alejandrino, tenía una hija dicha Argentina, que en su casa un ama se la destetaba. Los honrados viudos, ya después de haber hechas sus honras en el enterramiento de sus mujeres, platicando a quien podrían dar a criar sus hijos, habiendo el ama sentimiento de ello, que Pantana se decía, por importunación de su marido, Blas Carretero, de improviso, arrodillada delante de sus presencias, hizo la siguiente petición:

-Lastimados y señores míos: tanto con aquella humildad que prestarles debo y puedo, cuanto a la voluntad que, en gloria sean, mis señoras y mujeres suyas he tenido, y, sobre todo, el amor que de nuevo he tomado, por empezar a darles la destilada leche de mis pechos a sus dos hijos únicos, amados Tolomeos, suplico, cuan encarecidamente posible sea que me los den a mí a criar tan solamente, si servidos fueran; porque ya sabe aquí el señor Cosme Alejandrino con cuánta diligencia y solicitud he criado en casa a Argentina, hija suya, que de leche necesidad para el presente no tiene, sino yo de esta señalada merced, que a los dos juntamente pido.

En verle tan humilde y cuán bien manifestaban las lágrimas que destilaba por sus ojos el entrañable amor que en su corazón estaba oculto, tomáronla entrambos a dos por sus brazos, y, alzándola de tierra, tomando la mano Cosme Alejandrino, dijo lo siguiente:

-Ama y señora nuestra, que así conviene para el presente que os llamemos, viendo vuestra buena determinación y considerando los servicios recibidos de vos y de vuestro marido que en esta casa recibimos de cada día, de parte del señor Marco César y mía digo que soy contento, si él por bien lo tuviera.

Respondió Marco César:

-Sí señor, y satisfecho. Así que, señora ama, criadlos como de vos se confía.


Pues como el ama los criase, eran tan semejantes en estatura y gesto, que, si el ama no, nadie sabía determinarse de presto cuál su hijo fuese; por lo cual, siendo grandecillos, tuvieron necesidad de diferenciarlos de vestidos. En este discurso de tiempo, el Marco César viniendo a menos, él y Cosme Alejandrino deshicieron la compañía; y, determinándose de ir el Marco César a vivir en Atenas, pidiendo su hijo, el ama, por el amor que a los niños tenía, usó de esta maña; y fue que, mudando los vestidos, trastocó los hijos y dio a cada cual padre el que no era su hijo, a respecto que Cosme Alejandrino, cuando viniese a saber, siendo grande, que no era su hijo aquel, no dejaría, por haberle tenido en aquella reputación y cuenta, de hacerle algún bien, y a su hijo mucho más.

Pero como las mujeres sean frágiles, el ama, que Pantana se decía, ya que destetado hubo a Tolomeo, por tener el marido viejo, rencilloso, y conceder a los lisonjeados requiebros de cierto mancebo, y puespuesto el amor que tenía a la casa de Cosme Alejandrino, se fue con el dicho mancebo, tomando lo mejor que pudo. Y, siendo a una jornada de la ciudad, a la falda de la sierra de Armenia, la robó el mancebo que la llevaba. Y, viéndose sola, sabiendo que en la cumbre del monte había una ermita y necesidad de ermitaño para ella, cortose, de la saya que llevaba, un hábito mal cortado y peor cosido, y, llamándose fray Guillermo, se puso en ella; y, por su buena condición y vida, la tenían en gran reputación por todos aquellos lugarejos.

Siendo ya de edad proporcionada Argentina y Tolomeo, por la mucha familiaridad y conversación que se tuvieron, sin tener respeto al deudo que ellos pensaban tener, se ayuntaron los dos, del cual ayuntamiento se hizo ella preñada.

En esta coyuntura, Marco César vino de Atenas con gran cantidad de dineros, que en sus tratos y mercaderías había ganado, para pagar a todos sus deudores, y trajo consigo a Tolomeo, el cual pensaba que su hijo fuese. Y, visitándose él y Cosme Alejandrino, trataron casamiento de Argentina con Tolomeo Ateniense, que así se llamaba por haberse criado en Atenas. Los padres contentos, y dadas las manos, suplicó Marco César a Cosme Alejandrino que estuviese el negocio secreto entre tanto que volviese de cierto camino que había de hacer.


Pues como Argentina en este entretenimiento se viese preñada y desposada, dando parte de ello a su querido Tolomeo, hallose el triste mancebo tan atribulado, que no tuvo otro remedio, sino irse aborrecidamente de casa de Cosme Alejandrino, dejando encomendada Argentina a una parienta suya, en que, en ser nacida la criatura, secretamente le diese recaudo. Y él, como culpado que se pensaba ser, por haberse ayuntado con su hermana -no siéndolo-, se fue a las sierras de Armenia, para aconsejarse con fray Guillermo, y recibir la penitencia de su mano; el cual, como ama que le había sido, y por la confesión que hizo, luego le conoció, y, disimuladamente, le dio una sutil penitencia, dándole acogimiento en su ermita.

Viniendo a parir la congojada y triste Argentina sin haber nadie sentimiento, no fue tan secreta en este negocio, que al sacar la criatura una moza de casa lo hubo de sentir Cosme Alejandrino, y por allí vino a saber de quién y cómo se había engendrado; el cual, airado de semejante caso, mandó a Blas Carretero, un criado de quien mucho se fiaba, que, vista la presente, tomase aquel niño y le echase en el río de Armenia. Sabido por Argentina, su madre, el cruelísimo mandado de su padre Cosme Alejandrino, por ruegos y promesas que hizo a Blas Carretero, lo indujo que lo echase en las sierras de Armenia, con cierto joyel que le puso al cuello.

Echado el niño, hallole fray Guillermo entre unas matas; el cual llevó a su ermita, y a ciertos pastores, con leche de ovejas y cabras mandó que lo criasen.

Argentina, alcanzando a saber a cabo de días que su amado Tolomeo hacía penitencia en las sierras de Armenia, se fue derecho allá escondida y secretamente, y venida a los pies de fray Guillermo, conocida la inocencia de su pecado y de cómo, por las señas que ella dio, que el niño que se criaba era su hijo, se dio a Tolomeo y a ella a conocer, dándoles clara y distinta razón cómo no eran hermanos ni por tal se tuviesen, y que el hijo suyo ella lo tenía bien guardado, y que diesen a Dios loores y gracias de todo, pues en tan buen puerto habían aportado, y que les suplicaba de su parte que se fuesen juntamente con ella a casa de Cosme Alejandrino, porque sabiendo el caso como pasaba, no dejaría de tener por bien que se efectuase el matrimonio de los dos y haber todos cumplido perdón, contentos aderezaron su partida.

Como Marco César viniese a pedir la palabra a Cosme Alejandrino, que le diese a Argentina por mujer de su hijo Ateniense, y no la hallase, era tanta la contienda de los dos, que no había quien los averiguase. En esto llegó fray Guillermo, diciendo:

-¡Paz, paz, honrados señores, y Dios sea con ellos! Sosieguen y óiganme, por caridad, si son servidos, que podrá ser que yo sea el remedio con que se atajen sus tan trabadas y marañadas pendencias.

Callando todos, mandáronle que prosiguiese, el cual dijo así:

-Señor Cosme Alejandrino, tu hija Argentina y Tolomeo bajo de mi poder y dominio están, y el niño que mandaste echar en el río también. No te fatigues, que sin perjuicio de tu honra ni ofensa de Dios, pueden ser casados, porque Tolomeo, el que piensas que es tu hijo, no lo es, sino aquí de Marco César, y el de Marco César es el tuyo; y porque crédito me des y tú quedes satisfecho de lo propuesto, has de saber que yo soy Pantana, mujer de Blas Carretero, que tuve por bien de trastocaros de hijos al tiempo que deshicisteis la compañía, porque los niños, siendo tú próspero, fuesen bien librados. Y, si de esto que hice te parece que merezco culpa, te suplico que me perdones, y asimismo me lo alcances de mi marido.

Concediéndoselo y venidos Argentina y Tolomeo en su presencia, fueron muy bien recibidos, y los padres muy contentos y alegres que fuesen casados. Y así se hicieron las bodas muy solemnes y regocijadas, como a sus estados y honra pertenecían.

De este cuento pasado hay hecha comedia, que se llama Tolomea.