viernes, 2 de septiembre de 2011

Juan de Timoneda.- EL PATRAÑUELO


Juan de Timoneda.- EL PATRAÑUELO


Patraña primera


Argentina y Tolomeo,
los dos, por la penitencia,
vinieron a conoscencia
no haber hecho caso feo.



En la ciudad de Alejandría habitaban dos prósperos y ricos mercaderes, casados muy a su contento, el uno llamado Cosme Alejandrino, y el otro Marco César; los cuales, con sus tratos y mercancías, hacían compañía y habitaban en una propia casa. Quiso su buena suerte y ventura que, en un tiempo y sazón, engendrasen sus mujeres, y pariesen en un mismo día dos hijos, los más hermosos y agraciados que formar pudo naturaleza; por lo cual, confederados con la buena amistad que se tenían, quisieron que se llamasen los dos Tolomeos, de un solo nombre, aunque de allí a muy pocos días las madres murieron, a respecto que tuvieron los partos trabajosos y mortales, bien que, cuando esto aconteció a Cosme Alejandrino, tenía una hija dicha Argentina, que en su casa un ama se la destetaba. Los honrados viudos, ya después de haber hechas sus honras en el enterramiento de sus mujeres, platicando a quien podrían dar a criar sus hijos, habiendo el ama sentimiento de ello, que Pantana se decía, por importunación de su marido, Blas Carretero, de improviso, arrodillada delante de sus presencias, hizo la siguiente petición:

-Lastimados y señores míos: tanto con aquella humildad que prestarles debo y puedo, cuanto a la voluntad que, en gloria sean, mis señoras y mujeres suyas he tenido, y, sobre todo, el amor que de nuevo he tomado, por empezar a darles la destilada leche de mis pechos a sus dos hijos únicos, amados Tolomeos, suplico, cuan encarecidamente posible sea que me los den a mí a criar tan solamente, si servidos fueran; porque ya sabe aquí el señor Cosme Alejandrino con cuánta diligencia y solicitud he criado en casa a Argentina, hija suya, que de leche necesidad para el presente no tiene, sino yo de esta señalada merced, que a los dos juntamente pido.

En verle tan humilde y cuán bien manifestaban las lágrimas que destilaba por sus ojos el entrañable amor que en su corazón estaba oculto, tomáronla entrambos a dos por sus brazos, y, alzándola de tierra, tomando la mano Cosme Alejandrino, dijo lo siguiente:

-Ama y señora nuestra, que así conviene para el presente que os llamemos, viendo vuestra buena determinación y considerando los servicios recibidos de vos y de vuestro marido que en esta casa recibimos de cada día, de parte del señor Marco César y mía digo que soy contento, si él por bien lo tuviera.

Respondió Marco César:

-Sí señor, y satisfecho. Así que, señora ama, criadlos como de vos se confía.


Pues como el ama los criase, eran tan semejantes en estatura y gesto, que, si el ama no, nadie sabía determinarse de presto cuál su hijo fuese; por lo cual, siendo grandecillos, tuvieron necesidad de diferenciarlos de vestidos. En este discurso de tiempo, el Marco César viniendo a menos, él y Cosme Alejandrino deshicieron la compañía; y, determinándose de ir el Marco César a vivir en Atenas, pidiendo su hijo, el ama, por el amor que a los niños tenía, usó de esta maña; y fue que, mudando los vestidos, trastocó los hijos y dio a cada cual padre el que no era su hijo, a respecto que Cosme Alejandrino, cuando viniese a saber, siendo grande, que no era su hijo aquel, no dejaría, por haberle tenido en aquella reputación y cuenta, de hacerle algún bien, y a su hijo mucho más.

Pero como las mujeres sean frágiles, el ama, que Pantana se decía, ya que destetado hubo a Tolomeo, por tener el marido viejo, rencilloso, y conceder a los lisonjeados requiebros de cierto mancebo, y puespuesto el amor que tenía a la casa de Cosme Alejandrino, se fue con el dicho mancebo, tomando lo mejor que pudo. Y, siendo a una jornada de la ciudad, a la falda de la sierra de Armenia, la robó el mancebo que la llevaba. Y, viéndose sola, sabiendo que en la cumbre del monte había una ermita y necesidad de ermitaño para ella, cortose, de la saya que llevaba, un hábito mal cortado y peor cosido, y, llamándose fray Guillermo, se puso en ella; y, por su buena condición y vida, la tenían en gran reputación por todos aquellos lugarejos.

Siendo ya de edad proporcionada Argentina y Tolomeo, por la mucha familiaridad y conversación que se tuvieron, sin tener respeto al deudo que ellos pensaban tener, se ayuntaron los dos, del cual ayuntamiento se hizo ella preñada.

En esta coyuntura, Marco César vino de Atenas con gran cantidad de dineros, que en sus tratos y mercaderías había ganado, para pagar a todos sus deudores, y trajo consigo a Tolomeo, el cual pensaba que su hijo fuese. Y, visitándose él y Cosme Alejandrino, trataron casamiento de Argentina con Tolomeo Ateniense, que así se llamaba por haberse criado en Atenas. Los padres contentos, y dadas las manos, suplicó Marco César a Cosme Alejandrino que estuviese el negocio secreto entre tanto que volviese de cierto camino que había de hacer.


Pues como Argentina en este entretenimiento se viese preñada y desposada, dando parte de ello a su querido Tolomeo, hallose el triste mancebo tan atribulado, que no tuvo otro remedio, sino irse aborrecidamente de casa de Cosme Alejandrino, dejando encomendada Argentina a una parienta suya, en que, en ser nacida la criatura, secretamente le diese recaudo. Y él, como culpado que se pensaba ser, por haberse ayuntado con su hermana -no siéndolo-, se fue a las sierras de Armenia, para aconsejarse con fray Guillermo, y recibir la penitencia de su mano; el cual, como ama que le había sido, y por la confesión que hizo, luego le conoció, y, disimuladamente, le dio una sutil penitencia, dándole acogimiento en su ermita.

Viniendo a parir la congojada y triste Argentina sin haber nadie sentimiento, no fue tan secreta en este negocio, que al sacar la criatura una moza de casa lo hubo de sentir Cosme Alejandrino, y por allí vino a saber de quién y cómo se había engendrado; el cual, airado de semejante caso, mandó a Blas Carretero, un criado de quien mucho se fiaba, que, vista la presente, tomase aquel niño y le echase en el río de Armenia. Sabido por Argentina, su madre, el cruelísimo mandado de su padre Cosme Alejandrino, por ruegos y promesas que hizo a Blas Carretero, lo indujo que lo echase en las sierras de Armenia, con cierto joyel que le puso al cuello.

Echado el niño, hallole fray Guillermo entre unas matas; el cual llevó a su ermita, y a ciertos pastores, con leche de ovejas y cabras mandó que lo criasen.

Argentina, alcanzando a saber a cabo de días que su amado Tolomeo hacía penitencia en las sierras de Armenia, se fue derecho allá escondida y secretamente, y venida a los pies de fray Guillermo, conocida la inocencia de su pecado y de cómo, por las señas que ella dio, que el niño que se criaba era su hijo, se dio a Tolomeo y a ella a conocer, dándoles clara y distinta razón cómo no eran hermanos ni por tal se tuviesen, y que el hijo suyo ella lo tenía bien guardado, y que diesen a Dios loores y gracias de todo, pues en tan buen puerto habían aportado, y que les suplicaba de su parte que se fuesen juntamente con ella a casa de Cosme Alejandrino, porque sabiendo el caso como pasaba, no dejaría de tener por bien que se efectuase el matrimonio de los dos y haber todos cumplido perdón, contentos aderezaron su partida.

Como Marco César viniese a pedir la palabra a Cosme Alejandrino, que le diese a Argentina por mujer de su hijo Ateniense, y no la hallase, era tanta la contienda de los dos, que no había quien los averiguase. En esto llegó fray Guillermo, diciendo:

-¡Paz, paz, honrados señores, y Dios sea con ellos! Sosieguen y óiganme, por caridad, si son servidos, que podrá ser que yo sea el remedio con que se atajen sus tan trabadas y marañadas pendencias.

Callando todos, mandáronle que prosiguiese, el cual dijo así:

-Señor Cosme Alejandrino, tu hija Argentina y Tolomeo bajo de mi poder y dominio están, y el niño que mandaste echar en el río también. No te fatigues, que sin perjuicio de tu honra ni ofensa de Dios, pueden ser casados, porque Tolomeo, el que piensas que es tu hijo, no lo es, sino aquí de Marco César, y el de Marco César es el tuyo; y porque crédito me des y tú quedes satisfecho de lo propuesto, has de saber que yo soy Pantana, mujer de Blas Carretero, que tuve por bien de trastocaros de hijos al tiempo que deshicisteis la compañía, porque los niños, siendo tú próspero, fuesen bien librados. Y, si de esto que hice te parece que merezco culpa, te suplico que me perdones, y asimismo me lo alcances de mi marido.

Concediéndoselo y venidos Argentina y Tolomeo en su presencia, fueron muy bien recibidos, y los padres muy contentos y alegres que fuesen casados. Y así se hicieron las bodas muy solemnes y regocijadas, como a sus estados y honra pertenecían.

De este cuento pasado hay hecha comedia, que se llama Tolomea.


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