miércoles, 18 de mayo de 2011

Mommsen



Theodor Mommsen: HISTORIA DE ROMA. Libro Segundo. Cap. IV
LOS GALOS EN ROMA.
Roma desde el Capitolio


     Se tenía a Roma por perdida, pues los que habían quedado en sus muros y los fugitivos del Alia no estaban en disposición de defenderla. Tres días después de la batalla se abrían sus puertas al enemigo. Antes, se había aprovechado este corto respiro para poner en seguro o retirar las cosas sagradas y, lo que importaba más, para alojar a una respetable guarnición en la ciudadela, que fue aprovisionada con los víveres necesarios. En ella no se permitió entrar más que a quienes podían portar las armas, pues no había con que alimentar a toda la población. La multitud fue a buscar refugio en las ciudades vecinas. Un gran número de personajes ancianos, notables por su posición, no quisieron sobrevivir a la ruina de la ciudad y esperaron en sus casas la muerte segura que traía el acero de los bárbaros. Estos llegaron degollando y saqueándolo todo, y después pusieron fuego a Roma por los cuatro costados, a la vista de la guarnición del Capitolio. Pero los bárbaros no sabían dirigir el sitio de una fortaleza, y les fue necesario bloquear la áspera roca de la fortaleza, luchando contra su propio aburrimiento y contra dificultades de todo género. Como no pudieron proporcionarse medios de subsistencia para su inmensa muchedumbre, apelaron al medio de enviar forrajeadores armados a todas partes, que tuvieron que habérselas con las ciudades latinas y con los soldados de Ardea, bravos y afortunados en estos combates diarios. Siete meses pasaron al pie de la roca del Capitolio, desplegando una energía sin ejemplo en semejante situación. Por entonces los víveres ya estaban escaseando entre los defensores de la ciudadela, y durante una noche oscura sin duda hubiera sido sorprendida y tomada a viva fuerza sin los graznidos de las aves del Capitolio y sin el valor de Marco Manlio, a quien aquellas habían despertado una vez, cuando de repente llegó la noticia a los bárbaros que los vénetos habían invadido su nuevo territorio traspadano. Ante esto consintieron en retirarse mediante la entrega de una respetable suma. La historia de la espada de Brenno, echada en uno de los platos en los cuales se pesaba el oro romano, expresaba bien a las claras el estado de cosas. El hierro de los bárbaros había vencido, pero vendieron su victoria y abandonaron su conquista. La derrota del ejército, la catástrofe del incendio, el 18 de julio y el riachuelo del Alia, el lugar en el que habían sido enterrados los vasos sagrados y aquel otro por donde fue rechazado el escalamiento nocturno de la ciudadela, todas estas circunstancias de la terrible invasión de la ciudad fueron conservadas en los recuerdos contemporáneos e hirieron también la imaginación de los pueblos en tiempos posteriores.  

La Roma Imperial con la colina del Capitolio en la parte inferior izquierda

1 comentario:

  1. Hola.
    Así, con la vista panorámica de la ciudad y el plano de la Roma Imperial, es de lo más interesante.

    ResponderEliminar