John Muir: VIAJES POR ALASKA.
El Viaje de 1880: La bahía de Sum Dum.
Llegué a primera hora del 8 de agosto a bordo del vapor California, para continuar mis exploraciones en los fiordos septentrionales, impracticables a causa del invierno desde el mes de noviembre anterior. El ruido de nuestro cañón y de nuestro silbato no llegó a despertar a la ciudad dormida. El canto matinal de un buen gallo fue la única manifestación de vida y salud en aquel lugar. Todo parecía acogedor y familiar: el agua cristalina, las islas de perpetuo verdor; los indios con sus canoas, sus cestos, sus mantas y sus bayas; las bandadas de cuervos atisbando y volando por las calles y en torno a los abetos; y la suave y sosegada atmósfera que todo lo envolvía dulcemente.
¡Cuán delicioso y cómo acelera el pulso el regreso a esta estimulante naturaleza salvaje del norte! ¡Cuán auténtica es su condición salvaje y con cuánta alegría responde el corazón a la bienvenida que brinda, a sus aguas y montañas que brillan y resplandecen como entusiastas rostros humanos! Deslizándonos por las orillas de su red de canales, podemos viajar miles de kilómetros sin ver huella alguna del hombre, salvo, de tarde en tarde, alguna pequeña aldea india o la débil humareda de un fuego de campamento. Pero incluso esas señales de vida se limitan a la orilla. A escasos metros de ésta, los bosques son tan impenetrables como el mismo cielo, mientras que las montañas, arropadas por la nieve, el hielo y las nubes parecen no haber sido siquiera observadas con anterioridad.
Fiordo de Alaska
Para quienes realmente desean tomar íntimo contacto con la región litoral, lo mejor es viajar en canoa. Las canoas más anchas desplazan de una a cuatro toneladas, y se alzan ligeras sobre el oleaje como el que se encuentra en los canales tierra adentro; navegan bien a vela y es fácil impulsarlas con remos costeando, con tiempo favorable o con vientos moderados. Casi en todas partes se hallan fondeaderos resguardados donde echar el ancha o playas llanas donde varar. Con suficientes provisiones contenidas en cajas, mantas y ropas de abrigo en bolsas de goma o de lona, se puede ser en verdad independientes y entrar en estrecho contacto con la naturaleza: ser arrastrado por los vientos y corrientes, aceptar las nobles invitaciones para penetrar en los fiordos entre las montañas, los hogares de cascadas y glaciares y acampar casi todas las noches entre árboles hospitalarios.
Glaciar de Alaska
Salí de Fort Wrangell el 16 de agosto, acompañado por el señor Young, en una canoa de unos siete metros y medio de eslora por uno y medio de manga, con dos pequeñas velas cuadras y gobernada por dos indios stickeen -el capitán Tyeen y Hunter Joe- y un mestizo llamado Smart Billy. El día era apacible, soleado, suave, con nubes colgando de las laderas bajas de las montañas, mientras, mucho más arriba, las cumbres se multiplicaban hacia el norte, cubiertas de hielo y nieve, brillando en medio de una luz tan suave como la que caía sobre las aguas cristalinas. Los indios saludaron la tarea que les aguardaba remando al unísono y con el mejor ánimo mientras nos deslizábamos, dejando atrás isla tras isla a lo largo del delta de Stickeen, en dirección al canal Soutchoi.
El explorador John Muir
Describe el lugar similar a los fiordos del sur dechile. Estoy leyendo el libro. Se agradece las fotos. !
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