Alejandro de Humboldt: DEL ORINOCO AL AMAZONAS. En la cumbre del Teide.
Nos quedaba por escalar la parte más abrupta de la montaña, la que forma la cumbre o el pitón. Es tan escabrosa la ladera de este pequeño cono, recubierto de cenizas volcánicas y fragmentos de piedra pómez, que resultaría casi imposible trepar hasta la cima, de no seguir por una vieja corriente de lava que parece hacer fluido del cráter y cuyos restos han desafiado la mordedura del tiempo. Subimos a la cumbre asiéndonos a a aquellas escorias, las cuales tienen aristas cortantes y, semidescompuestas como están por efecto de la intemperie, muchas veces se nos quedaban en las manos.
El cráter
Llegados a la cumbre nos asombramos no poco al ver que apenas había sitio para sentarnos cómodamente. Nos encontrábamos ante una muralla pequeña y circular hecha de lava porfídica con base de retinita, que nos impidió ver el interior del cráter. El viento soplaba con tanta fuerza del Oeste, que a duras penas podíamos sostenernos de pie. Eran las ocho de la mañana y estábamos ateridos de frío, a pesar de que el termómetro marcaba algo más de cero grados. Estábamos habituados desde hacía mucho tiempo a una temperatura muy alta, y el viento seco aumentaba la sensación de frío.
Fumarolas del Teide
Por lo que al borde se refiere, el cráter de pico no tiene ningún parecido con los de las mayoría de los otros volcanes que he visitado. Por la cima discurre, en forma circular, una cresta o muralla que rodea el cráter, tan alto que no permitiría llegar a la Caldera a no ser que por el lado Este hay una solución de continuidad originada, al parecer, por un antiquísimo derrame de lava. Por aquel intersticio bajamos al fondo del embudo, que tiene forma elíptica. Calculamos su anchura máxima en 97 metros, y la mínima, en 65.
Drago
Los bordes externos de la caldera son casi verticales; su aspecto es aproximadamente el de la Somma vesubiana vista desde el Atrio del Cavallo. Pasamos al suelo del cráter por una faja de lavas rotas que sube a la brecha del muro de circunvalación. El calor se sentía únicamente por encima de algunas grietas, por las cuales brotaba vapor acuoso con un zumbido característico. Algunos de estos respiraderos o grietas se encuentran fuera del círculo del cráter, en el borde exterior del antepecho que les rodea. Un termómetro metido en ellos subió de pronto de los 68 a los 75 grados. Indudablemente, marcaba una temperatura más elevada aún, pero no podíamos leer el instrumento, se pena de quemarnos las manos. Podría creerse que estos vapores, que salen a sacudidas, contienen ácido clorhídrico o ácido sulfúrico, pero si se dejan condensar sobre un cuerpo frío, no tienen ningún sabor especial, y la experiencia demuestra que tales fumarolas exhalan sólo agua pura.
Humboldt en su largo viaje
99
¡Estupendo!
ResponderEliminarEs precioso...
ResponderEliminar¿podría utilizar una imagen de las que publica usted aquí?
Sería tan amable de contactar conmigo en olga6789@yahoo.es.
Gracias!
Las imágenes son de libre acceso en la Web; disculpe por la tardanza al contestar.
ResponderEliminar