viernes, 16 de diciembre de 2011

Gérard de Nerval.- LA MANO ENCANTADA

ANTOLOGÍAS


Gérard de Nerval

      I. La Plaza Dauphine

      Nada es tan hermoso como las casas del siglo XVII que la plaza Royale ofrece en tan majestuoso conjunto. Cuando sus fachadas de ladrillos intercalados y enmarcados por molduras y cantos de piedra y cuando sus altas ventanas se encienden con los espléndidos rayos de sol del atardecer uno siente al contemplarlas la misma veneración que ante un tribunal de magistrados vestidos con ropas rojas forradas de armiño y, si no fuese una pueril comparación, que podría decir que la larga mesa verde alrededor de la cual se sientan estos temibles magistrados formando un cuadrado se parece un poco a la diadema de tilos que bordea las cuatro caras de la plaza Royale completando su grave armonía.

Place Royale

      Hay otra plaza en la ciudad de Paris que no es menos agradable por su regularidad y su estilo y que es en triángulo poco más o menos es el triángulo lo que la otra fue en cuadrado. Fue construida bajo el reinado de Enrique el Grande, que la llamó plaza Dauphine, y entonces se admiró el poco tiempo que precisaron sus edificios para cubrir el vacío terreno de la isla de la Gourdaine. La invasión de este terreno fue un cruel disgusto para los clérigos, que iban allí a divertirse ruidosamente, y para los abogados, que meditaban en él sus alegatos:¡era un paseo tan verde y tan florido al salir de la infecta audiencia del Palacio…!
Isla de la Gourdaine
      Apenas se levantaron aquellas tres filas de casas sobre sus pesados pórticos cargados y surcados de salientes y tabiques, apenas fueron revestidas con sus ladrillos, abiertas sus ventanas con balaústres y cubiertas con macizos tejados, aquel linaje de gentes de justicia invadió toda la plaza siguiendo cada uno sus categoría y sus medios, es decir, en relación inversa a la altura de los pisos. Aquello se convirtió en una especie de corte de los milagros de altos vuelos, un hampa de ladrones privilegiados, guarida de picapleitos, edificada con ladrillo y piedra, mientras que las otras eran de barro y madera.
Plaza Dauphine

      En una de aquellas casas que constituían la plaza Dauphine vivía en los últimos años del reino de Enrique el Grande un personaje bastante importante llamado Glodinot Chevaussut, lugarteniente civil del preboste de Paris; cargo a la vez muy penoso y lucrativo en un siglo en el que los ladrones eran mucho más numerosos de lo que lo son hoy en día, ¡tanto ha disminuido desde entonces la probidad en nuestra Francia!, y en el que el número de mujeres de alegre vivir era mucho más considerable, ¡tanto se han degradado las costumbres! Como la humanidad no cambia en absoluto se puede decir, como un antiguo autor, que cuanto menos granujas hay en galeras más hay fuera.

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