Castillo de La Rochefoucauld
La Rochefoucauld.- MEMORIAS
He pasado los últimos años del ministerio del cardenal Mazarino en esa ociosidad que la desgracia trae consigo por lo común; durante ese tiempo he escrito cuanto he visto de los disturbios de la Regencia. Aunque mi suerte haya cambiado, no disfruto del más pequeño descanso: que he querido emplearlo en escribir acerca de lejanos sucesos en que frecuentemente el azar me hizo tomar parte.
María de Médicis
Hice mi primera salida al mundo algún tiempo antes de la desgracia de la reina madre, María de Médicis. El rey Luis XIII, su hijo, de salud débil, que las fatigas de la caza habían prematuramente gastado,
Luis XIII de Francia
aumentando con sus dolencias el malhumor y los defectos de su carácter, era severo, desconfiado, aborrecedor del mundo; quería ser dirigido y no llevaba con paciencia el que se le dirigiera. Poseía cierto espíritu minucioso, aplicado tan solo a las cosas de poca monta, y lo que de la guerra sabía, más cuadraba a un simple oficial que a un rey.
Richelieu
El cardenal de Richelieu, que gobernaba el Estado, debía su posición a la reina madre. Dotado de un talento vasto y agudo, de carácter áspero y difícil, era liberal, atrevido en sus proyectos y temeroso por su persona. Quiso fundar la autoridad del rey y la suya propia sobre la ruina de los hugonotes y de las casas grandes del reino, para atacar después a la Casa de Austria y derrocar una potencia tan temible para Francia. Todo aquel que no se doblegaba a su voluntad exponíase a su odio y no reconocía límites para elevar a sus criaturas ni para perder a sus enemigos. La pasión que durante largo tiempo tuvo por la reina habíase convertido en despecho, la reina profesábale afección y él creía que no le desagradaban otras afecciones. El rey era naturalmente celoso, y sus celos, fomentados por los del cardenal de Richelieu, bastaron para indisponerle con la reina, aun cuando a ello no hubiesen contribuido la esterilidad de su matrimonio y la incompatibilidad de sus caracteres. La reina era personalmente atractiva, dulce, buena y cortés. Su carácter y sus talentos, de la mejor ley; y siendo como era extremadamente virtuosa, no le ofendía sentirse amada. La duquesa de Chavreuse estaba ligada a ella de tiempo atrás de todo cuanto puede unir a dos personas de la misma edad y de los mismos sentimientos. Esta relación ha dado lugar a tantas cosas extraordinarias, que paréceme necesario referir aquí algunas de las sucedidas antes del tiempo de que he de hablar.
El autor
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